Los psicoanalistas y los conductistas han considerado la relación de apego como algo secundario a otras necesidades más básicas. Para los psicoanalistas han sido los objetos de satisfacción y para los conductistas, las necesidades biológicas.
Desde la etología, las conductas de impronta no podían explicarse bajo los supuestos del condicionamiento clásico. Por otra parte, las investigaciones con primates han mostrado que existe algo más que un apego a ser alimentados. Harry F. Harlow (1905-1981) y Margaret Harlow (1905-1981) llevaron a cabo una serie de estudios en los años 60 en el que, como se aprecia en el vídeo, separaron a unas crías de chimpancés de sus madres y las colocaron en jaulas junto dos sucedáneos de madres. En un caso, una de las madres sustitutas estaba recubierta con ropa de felpa, mientras que la otra estaba hecha de una malla metálica dura y disponía de un mecanismo que permitía alimentar al niño. Los resultados de estos estudios fueron que las crías se apegaban principalmente a la madre de felpa, poniendo de manifiesto que la alimentación no era la principal causa del vínculo de apego. Además, se observó que cuando se sometía a los monos a objetos que les asustaban estos se dirigían a la madre de felpa y se calmaban. Estos resultados se mantuvieron en el tiempo y ante la separación y el encuentro con ambas madres artificiales, se observó que los monos corrían al encuentro de la madre de felpa para abrazarla pero no mostraban ningún tipo de reacción hacia la madre de alambre.
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